viernes, 5 de mayo de 2017

el ultimo compás de Alma LLanera - Luis " BILLO" Frometa ( 1915 - 1988 ) In Memorian



Homenaje postumo al Maestro Luis Maria Frometa al cumplir hoy 5 de mayo 29 años de su desaparicion.

el ultimo compás de Alma LLanera

Hablar de la orquesta de música bailable más importante que ha tenido Venezuela en su historia es sin duda alguna hablar de la Orquesta Billo's Caracas Boys, tanto por su destacada trayectoria y sonido tan peculiar como por la extraordinaria variedad de su repertorio y el alto nivel musical de sus integrantes. Pero quizás lo más curioso de todo es que su creador, el músico más famoso de Venezuela, Luis María Frómeta Pereira, mejor conocido como “Billo”, vio la luz por vez primera el 15 de noviembre de 1915, no en el bello país sudamericano, sino en el Caribe, más precisamente en Santo Domingo, la capital de la República Dominicana, lugar donde la música se constituyó en el elemento fundamental para la vida del hijo del abogado José María Frómeta y doña Olimpia Pereira. Años después, la familia se mudó a San Francisco de Macorís, ciudad del interior de la república, donde en la escuela primaria la música era materia obligatoria. En esa academia, Frómeta aprendió teoría y solfeo, armonía y composición, saxofón y clarinete. También conoció a dos compañeros que fueron sus grandes amigos de por vida: Simón Damirón y Rafael Minaya (“Tatán”).

En el año de 1933 se trasladó de nuevo a la capital y comenzó a dar clases de guitarra a domicilio, hizo arreglos pequeños para conjuntos musicales y conoció a Freddy Coronado, un amigo invalorable que le proporcionó trabajo en un teatro como saxofonista dentro de la orquesta que acompañaba a los artistas que pasaban por la ciudad y que, además, lo animó a formar el Conjunto Tropical, grupo que trabajaba en la emisora de radio HIN. Más tarde, la reunión de Coronado y Damirón (ambos estudiantes de Ingeniería) con Ernesto Chapuseaux y “Billo” (estudiantes de medicina) dio como resultado la creación de una orquesta bailable que llamaron Santo Domingo Jazz Band, dirigida por Damirón al principio, y más tarde por “Billo”.
Fue con ese conjunto que “Billo” comenzó a buscar su propio estilo musical, por lo que se retroalimentó con las sonoridades de las orquestas predominantes de la época: Casino de la Playa, Fletcher Henderson y Glenn Miller, hasta que les llegó una oferta desde Caracas, Venezuela, para amenizar la fiesta de Año Nuevo en el prestigioso salón de baile Roof Garden, del Hotel Madrid.

Era la época en que su país natal vivía bajo la dictadura militar del General Rafael Leonidas Trujillo (alias “Chapita”), quien rebautizaba todo lo que le agradaba con su apellido (hasta el mismo nombre de la capital, que nombró “Ciudad Trujillo”). Para otorgarles el permiso de viaje, el dictador les puso como condición que el nombre de la orquesta fuera cambiado a Ciudad Trujillo Jazz Band. Al llegar a Caracas, los músicos descubrieron que los empresarios habían promovido el evento con otro nombre: Billo and His Happy Boys, nombre con el que debutó la agrupación, con tanto éxito que los dueños del salón le prolongaron la estancia y, como ninguno de los músicos quería regresar a su país por miedo a sufrir las represalias del dictador debido al cambio de nombre, todos se quedaron. Ese fue el comienzo del amor de “Billo” por Caracas, “La Ciudad de los Techos Rojos”, a la que siempre le dedicó sus más hermosos versos.

En 1939 “Billo” se vio afectado por el tifus, y los médicos le dijeron que era imposible salvarlo. La orquesta se disolvió y Damirón se marchó a Puerto Rico con algunos de los músicos. Pero “Billo” hizo quedar mal a los médicos. Meses después, tras haber perdido el cabello, volvió a tomar la batuta y el saxofón y, una vez superada la enfermedad, convocó a sus coterráneos Freddy Coronado y Cecilio Comprés, así como a los venezolanos Pedro Luis Aponte, José Dolores Guevara y Angel Briceño, entre otros, para conformar un nuevo proyecto musical. Así nació, el 31 de agosto de 1940, la orquesta Billo's Caracas Boys, comenzando la trayectoria más larga y completa que una agrupación de su clase haya desarrollado en Venezuela o en otras partes del mundo. En ese nacimiento también formaron parte el cantante Kuroky Sánchez y el bolerista César Espín, los que más tarde fueron reemplazados por Rafa Galindo (“El Trovador de la Radio”) y Víctor Pérez. Con el correr de los años, esa primera versión de la orquesta fue denominada por el mismo “Billo” como su “Primera República”, aludiendo a las otras dos reestructuraciones que ocurrirían más tarde.

Para los años 50, Billo's Caracas Boys competía con los grandes de la canción popular como Luis Alfonso Larrain, Pedro J. Belisario, Aldemaro Romero, Chucho Sanoja, Rafael Minaya, la Orquesta Aragón, la Sonora Matancera y Dámaso Pérez Prado, entre otros. Además de los eventos festivos en que participaba, el programa radial A gozar muchachos que animó con su orquesta, difundido por la estación Radio Caracas desde 1945 hasta 1957, se convirtió en el vehículo que lo dio a conocer por toda la ciudad, al penetrar en todos los hogares caraqueños, ganándose de paso el afecto y el cariño de los radioescuchas, quienes lo veían como un verdadero compatriota. Otros programas radiales que tuvieron a la orquesta como atracción principal fueron: Variedades ESSO, Refresco Musical Coca Cola, Fiesta Fabulosa, Hora íntima con Billo Frómeta, Dancing Sociedad, Aplauso al Mérito, La Canción Palmolive, A Gozar Fortuna y Gran Reserva Musical. Los espacios que actualmente se escuchan en las radios del país son: Una Hora con Billo, Billo en Continente, Billo y Algo Más y Melocolobillo. Por eso, no pasó mucho tiempo antes de que la Billo's Caracas Boys se ganara el justo título de “la más popular de Venezuela”.

Durante ese periodo, el conjunto contaba con la participación del guarachero cubano Manolo Monterrey, “El Ciclón Antillano” (un factor fundamental en el afianzamiento de la orquesta en el gusto popular) y la del bolerista Miguel Briceño. Después de más de una década de permanencia en el primer lugar de los gustos bailables, motivado por problemas personales, “Billo” se separó de su orquesta y se ausentó de los escenarios por algún tiempo. A su regreso, encontró que muchos de los músicos que lo habían acompañado estaban trabajando en otros grupos. Por otra parte, Luis Alfonzo Larrain, su amistoso rival, que había sufrido una división en el seno de su orquesta, le sugirió que convenciera a los miembros de la Casablanca para que actuaran como Billo's Caracas Boys. Aunque breve, la convocatoria fue exitosa; pero en 1958, a la caída del gobierno de otro dictador, el Gral. Pérez Jiménez, “Billo” sufrió una serie de ataques, quizá desatados por la envidia ante los éxitos que cosechaba, teniendo que enfrentar demandas y hasta un veto por parte de la Asociación Musical de D.F. y Estado Miranda, que le prohibió actuar en Venezuela de por vida. Ese fue el principio y el fin de su “Segunda República”.

Con ese impedimento, Frómeta viajó a Cuba a realizar algunos trabajos musicales que grabó con una orquesta integrada por músicos de la isla para los sellos discográficos Sonus y Venevox, teniendo como cantantes a Víctor Piñero (“El rey del merecumbé”), Alberto Beltrán, Pío Leiva y Carlos Díaz, entre otros.
En mayo de 1960, la Asociación Musical depuso el veto que en su mayoría vio como injusto y personal, y “Billo” regresó a Caracas para conformar una nueva orquesta, su “Tercera República”. Para ello, contrató a dos noveles cantantes, el guarachero Cheo García y el bolerista Felipe Pirela. Con esta pareja, dio inicio a la orquesta mas exitosa que haya sido conformada en Venezuela en el siglo XX, y las salas de baile, las rockolas, las 'velloneras' y las estaciones de radio y de televisión comenzaron pronto a dar cabida a guarachas, boleros, danzones, pasodobles y mosaicos interpretados por estas nuevas voces. Sus éxitos se regaron como pólvora, y la orquesta fue reclamada mundialmente. En corto plazo, Latinoamérica, Estados Unidos y Europa se rindieron a sus pies.

Cuando Pirela decidió independizarse como solista, lo sustituyó José Luis Rodríguez “El Puma”, quien a la larga emuló y trascendió el éxito de su antecesor. Luego transitaron por la orquesta las voces de Joe Urdaneta, Nelson Henríquez, Memo Morales (“El Gitano Maracucho”), Rafa Galíndo (por tercera vez), Humberto Zárraga, Ely Méndez, Ender Carruyo, Oswaldo Delgado y Erick Franchesky, aunque hay que reconocer que, por su prolongada estancia, Cheo, Memo y Ely fueron los pilares de la organización. Esa fue la etapa en la que la orquesta logró ingresar en el libro de Records Mundiales Guinness, al convocar la reunión más grande de personas en la bailanta de los carnavales de Tenerife, Islas canarias, España, donde juntó a más de 250 mil almas en 1987.

Al analizar la obra de “Billo”, nos topamos con un genio musical que tomó patrones de diversas vertientes y les imprimió un sello personal. Como en el caso de El muerto de las gradillas, una sabrosa guaracha que alude a una de las esquinas emblemáticas de Caracas, y que tiene en su introducción fragmentos del poema sinfónico de Saint Säens La danza macabra. O el bolero Caracas vieja, en el que toma la Sexta Sinfonía de Tchaikovsky como inspiración; a juicio de los expertos, hay una evidente conexión entre los famosos mosaicos de “Billo” y la suite, un género académico que vincula varios tipos de danzas contrastantes y que se va desarrollando en una secuencia que parte de un ritmo lento a uno cada vez más veloz.

En 1988, un año después de celebrar el quincuagésimo aniversario de su llegada a Venezuela, se comenzó a organizar un homenaje en su nombre, fijando la fecha para finales de abril. Ese día se cumpliría uno de los sueños del veterano maestro, dirigir la Orquesta Sinfónica de Venezuela y, frente de ella, respaldar a muchos de los cantantes que lo acompañaron con el correr del tiempo. Los días previos al concierto fueron extenuantes: arreglos, entrevistas, compromisos, etc. El último ensayo se realizó el 27 de abril; pero al llegar a la sala del teatro Ríos Reyna, en el complejo cultural Teresa Carreño, “Billo” recibió una ovación de pie tan cálida por parte de los profesores de la Sinfónica que se desmayó y fue necesario trasladarlo de inmediato a un hospital. El diagnóstico fue que había sufrido una trombosis cerebral, la misma que hizo que su luz se extinguiera la noche del 5 de mayo del mismo año. En la tarde del día siguiente, Caracas detuvo el tiempo para rendirle su más sentido homenaje.

Al concluir los honores, su féretro fue acompañado por una inmensa multitud que, entre lágrimas y recuerdos, entonó: “Y es que yo quiero tanto a mi Caracas / que sólo pido a Dios cuando yo muera / en vez de una oración sobre mi tumba / el último compás de Alma Llanera...”

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